Mientras se escuchan las primeras notas, los pies comienzan a moverse por el áspero suelo del escenario, con la mágica delicadeza que esta danza amerita. Las palabras son insuficientes y los pensamientos torpes para describir la sensación de darle vida a la música. Sin embargo mi cara es mas que evidente para descifrar que esto es lo que me hace feliz. Siempre cuando subo al escenario, en un primer momento busco disimuladamente a esa persona que quiero que este ahí, viéndome. El poder del brillo deslumbrante de los ojos de la persona que me mira es un arma que desarma, que desalma. Las zapatillas de punta ya no recuerdan ese día en que fueron nuevas, en que el polvo no cubría su color salmón o rosado.   

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