Me dijeron que era mujeriego, pero a mí no me importo. No soy celosa, y nunca lo seré.
Después me dijeron que era un soberbio, pero tampoco me importó. Tengo la suficiente confianza en mí misma para no sentirme menospreciada ante la mirada arrogante de los otros.
Más tarde, lo acusaron de vago, pero hice caso a esas advertencias. No lo buscaba por trabajador (?) y, claramente, nunca voy a necesitar que me mantengan.
Hasta que un día me enteré que le gustaban las histéricas. Y no tuve más remedio que asumir mi derrota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario